martes, 2 de diciembre de 2008

el embuacador

Me han dicho que escriba, preferiblemente una novela, algo profundo y entretenido que amenace tímidamente la estabilidad rutinaria del lector. Me han dicho que busque en mi infancia, un periodo sufrido y largo, estación idónea para la propagación de traumas. Me han dicho que se puede ganar dinero, mucho, que si algún editor se apiada del libro podré al fin comer en mi propia casa, imaginaos, que absurda suposición; una casa propia. Yo no sé escribir, dicen que cuento buenas historias. La verdad es que hablo porque entre otros humanos me invade una terrible sensación de pánico, una bocanada invertida de inquietud que paraliza mis sentidos y cuya única enemiga es la palabra. Hablo por temor. Siento que si callo el mundo se dará cuenta de mi miedo y entonces este acabará por engullirme, me tragará de un bocado y me dejará en esa esquina oscura de la habitación para siempre. A veces mis historias captan la atención de alguien y en ese silencio, el de los otros, mi voz se expande y cobran vida mis silabas, entonces yo me refuerzo, salgo a la calle más grande y olvido el eco del pánico que normalmente deambula por mis órganos. Es una extraña sensación. Sólo Jeremy la conoce, se la expliqué durante una noche de copas mientras intentaba convencerme que debía escribir un libro. El se hecho a reír. “Es normal hombre, típica paranoia del artista moderno post-dannunziano, el super-no-yo. Mi mente crea una ficción donde no soy yo el autor de la función sino el pobre niño con pánico al escenario.” Yo no lo entendí muy bien pero parecía que sabía de lo que estaba hablando. Después de todo Jeremy sabía mucho de artistas, había estado involucrado sentimentalmente con varias pintoras, actrices, escritoras y cantantes. Ninguna de aclamado reconocimiento internacional pero algunas con un cierto renombre en Barcelona. Ejercía un cierto magnetismo irresistible sobre ellas, una fuerte inducción debida principalmente a un físico virtuoso, una capacidad innata de hacer ponderar sutilmente el ego de los demás y una supuesta técnica inmejorable en el arte del amor carnal. Era muy divertido observar como estas divas del canto o el escenario se derretían por dentro con un solo movimiento de un hombre reservado y sin vocación artística que deambulaba por las fiestas más exclusivas de la ciudad sin tener ni mínima idea de lo que era un acorde, un soneto, un Rembrandt o una comedia griega. Conocía algunos nombres de cosas por ejemplo, impresionismo, post-modernismo, corrientes literarias, Blake, y los usaba con acierto en momentos muy puntuales de la conversación donde los reunidos concebían que si Jeremy no había participado antes en el coloquio era por tierna timidez o cordialidad. Jeremy adopto un aire misterioso y fascinante y una estela de mujeres jóvenes lascivas lo perseguían con sus miradas por todas las fiestas VIP de Barcelona. Jeremy se había convertido en un experto seductor, especializado en jóvenes artistas. Con las otras mujeres no le funcionaba tan bien, yo estuve con él en diversas discotecas de la ciudad, el Moog, el Fellini, el plataforma, el Razzmataz, sus logros eran más bien mediocres, siempre mejores que los míos, eso esta claro, pero no dignos de mención. Sin embargo jamás vi a un hombre tener tanto éxito sexual en fiestas privadas como Jeremy. Sus favoritas eran las literarias, un palco inmenso de cuerpos poco agraciados y mentes aceleradas para desenfundar su telaraña de conquistas. Para ser justos, tampoco creo que Jeremy lo hiciera conscientemente, era una pasión que ejercía sin excesiva premeditación. A muchos les apasiona el deporte, la música, la poesía, a Jeremy le apasionaba embaucar, seducir, atrapar. Sin embargo el engaño en muchos casos fue evidente y más de una artista tuvo que recurrir a las pastillas anti-depresivas durante un tiempo para olvidar el pecho delicado y libre de frondas capilares del bueno de Jeremy. Jeremy había roto varios corazones artísticos a través de la ciudad condal y su reputación empezaba a alcanzarle cuando en una de esas fiestas en un piso remodelado del barrio gótico, con suelos brillantes de madera antigua, equipado con la última moda en accesorios audio-visuales y electrodomésticos fashion-line, conoció a Mia, una mujer alta y delgada, con la piel pálida y suave y dos ojos verdes rodeados de una gruesa capa de lápiz de ojo negro. Jeremy se acercó, usó su táctica de tos y la lágrima en el ojo cuando la rozó en su camino hacia una copa de cava. Ella estaba apoyada en la mesa, como distraída, absorta en algún pensamiento, sus miradas se cruzaron, mantuvieron el pulso durante unos segundos, Jeremy fue el primero en apartarla, ella sonrió. Esa sonrisa coqueta y burlona delinearía las bifurcaciones de su senda durante mucho tiempo.

2 comentarios:

La Maga Juglaresa de Carabás dijo...

¡No me presentes a Jeremy, por favor, que tengo una familia! Jajajaja, bienvenido al universo blogger. Te voy a linkear ahora mismo.

PD: No entiendo, por eso, qué significa órfano... ¿no es "huérfano"? ¿O lo has escrito en italiano o algo?

gabriel moreno dijo...

es mi contribución de gibraltar al mundo de las palabras, hahah
kisses