The man who called himself a poet
El señor con la americana marrón a cuadros, cabello engominado, aplastado hacia la izquierda, con evidentes signos de mal-llevada calvicie, pantalones fallido intento de campana, zapatos sin punta, camisa demasiado grande, nariz afilada, piel blanca, prominentes huesos, evidentemente alto aun detrás de esa pantomima de mesa de oficina más parecida a un contador, con aire de elevado orgullo a base de humillaciones de afecto, el hombre que intuye su mediocridad mas no la acepta, un hombre que se agarra a su cartel de profesor-poeta como último resorte, ese hombre ahí sentado en ese cuartel general de la providencia académica, ese hombre a una pose pegado, alegoría del error, del engaño, ese hombre que opina sobre otros hombres aun más fracasados, aun menos tristes;
-La poesía es un aprendizaje, el artesano-poeta aguarda la inspiración en su taller de la palabra, se desenfunda su arte a través del oficio, la maestría del hombre hecho hacedor del verso incontestable.- Así decía el hombre que se llamó poeta.
Tiempo atrás una mujer lo abandonó por insoportable, por recitar D’annunzio los domingos a medio día, por rimarlo todo y hablar de cadencias y sílabas. La mujer leyó sus versos el día de la huida, en ellos se leía un hombre que jamás había amado.
-El amor es un libro de almas en cuerpos leído- Así decía el hombre, mientras la mujer escapaba, robando un verso de Biedma, un verdadero maestro no un falso amante y poeta.
El señor de la americana a cuadros camina por los corredores de la universidad con aire de sabiduría, para él, el día a día es un desfile de una mente lucida entre cerebros pobres, su paseo matutino es una marcha reivindicativa mientras espera otro premio, tiene a nivel local todos los posibles títulos de reconocimiento poético, cada papel, cada diploma es un ladrillo, un azulejo más es su castillo de altiva auto-complacencia. Con cada premio, el hombre llamado poeta se adentra más en su excluyente fabulación de maestro/profeta/superhombre.
-El lugar donde estamos, Malchut, es el centro de la altura.- Así dijo el hombre a su discípulo predilecto, un joven triste aferrado a una sombra...
Por la noche el hombre llamado poeta rellena folios interminables con los detalles de su vida; datos insignificantes que después cuelga en un espacio cibernético que algunos hombres tristes visitan, esperan encontrar algo que siempre se resiste, el poeta/hombre les instiga a estudiar más profundo para descifrar una verdad que en el texto reside.
-No existe el Meta-relato.-dice el hombre a una pose pegado. Esto dice mientras continua jugando a las damas con los gusanos de sus palabras.
Benjamin, Harold Bloom, Steiner y Deleuze, a todos maneja con elocuente soltura. Habla del posmodernismo como si de un familiar se tratase, lo nombra tanto en la literatura como en el deporte, su frase preferida era, “la razón estética es la muerte del símbolo.” Con esto accedió a la cátedra. El hombre proclamado poeta no tiene amigos, dice que la amistad es una ficción del hombre primitivo, si no existe la palabra tampoco existe el afecto, el hombre poeta no tiene nadie que le diga que definitivamente está muy falto de sexo.
2 comentarios:
Tantos autodenominados, tantos seres que porque leen un par de libros y escriben cuatro versos maltrechos se autodenominan poetas, artistas..Tantas cofradías de seres mediocres que se publican libros que compran sólo ellos con el único fin de palmearse la espalda y decir cuan buenos son.
Tan agotadora las teorías manoseadas y repetidas de alguien tratando de encuadrar a Shakespeare, interpretar a Poe, definir lo bello. Tan mediocres, los intentos académicos de "cientifizar" el estudio de las letras, como si fuesen órganos, objetos constantes, inertes, observables...
La poesía se siente, te hace vibrar, te conmueve, y en ese instante; cuando logra su función, cuando llega a envolverte, y te muestra un glance (no encuentro el término en español) de lo sublime, de lo maravilloso, de lo bello...ahí, en esa conjunciónperfecta y en ese momento absolutamente individual;todos los señores de camisa a cuadros apoltronados detras de los escritorios, definiendo que es maestría, quien y como debiese escribir, que se debiese leer y como debiese entenderse; en ese instante, se revelan como lo que son: un montón de idiotas que al carecer del talento para hacer literatura, intentan, sin ningún resultado, destriparla para poder ver de que está hecha...
Vana esperanza; ellos lo saben, pero continúan haciéndolo porque no podemos pedirle a nadie que asuma abiertamente su propia inutilidad...
Hermoso blog Gabriel, espero leerlo a fondo en estos días ociosos. Un besazo desde Castelló,
Myriam
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