La pasividad en el sueño es uno de las pocos caminos seguros hacia la revelación, pasan cosas si, pero sin posibilidad de intervención. La trama ocurre por debajo, acontece, sucede con esa inevitabilidad irrefutable de las historias que siempre estuvieron ahí, acuarteladas en ese espacio onírico que fue y será siempre el mismo. La revelación es como acceder un instante, mediante la razón, al lugar del comienzo. El poeta, el pintor, el verdadero filósofo, el músico que visita el sueño y emerge de él, sin resistencia, sin anhelo, sin personalidad, nos brinda una posibilidad inigualable de entendernos
realmente . ¿Acaso no estuvo Dylan en ese mundo, en ese tiempo, que no es tiempo? ¿Acaso no volvió como Orfeo con nuevas sobre el infierno, aunque después decidiera sucumbir a los mimos de la comodidad de lo consciente, o la ceguera? ¿No estuvo ahí Dante, Blake, Quevedo, Milton, Kafka, Shakespeare, Whitman, Stevens, Baudelaire? El trabajo de la razón es arduo y el sacrificio eterno, la creación no es esperar la llama del espíritu santo, hay musas caprichosas que se ganan a base de horas de suplicio mas sin el sueño creador todo este trabajo es superfluo. Todo creador debe ser susurrado al oído mientras duerme, mientras habita ese mundo del sueño, del castillo borroso, no importa acordarse, las melodías de la psique transitan desapercibidas por nuestros miembros, la cuestión es pillar alguna y dejar que nos corteje, cuando hayamos sucumbido entonces será hora de expresarnos. El sueño es un pozo que nos refleja por dentro, a nosotros como individuales entes y a nosotros como colección de pequeños derrumbamientos.
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