Planetarium
Era cóncavo el cielo, también el mar
y las paredes de su casa,
no fue un viaje, un desplazamiento,
solo un tránsito circular.
Empleaba a menudo palabras redondas,
ruedo, giro, vuelta,
tolerable asunto
hasta que se empañaron los vidrios.
“Una veta de sol es igual al sol mismo,”
así pensaría él,
(con un solo rayo
iluminaba todos los ángulos de la casa.)
Un hombre puede subsistir años en una esfera,
Pero ¿y una flor?
vivieron de las sobras oblicuas de un cristal,
primorosamente ajenas a la urgencia de las estaciones.
Primera Estación
¿Es este el vértigo del hombre?
una torre destemplada en el desvelo del invierno.
¿Cuál es la palabra que os acongoja?
Muerte, perdida, emoción,
¿Creéis que esto en la torre se os pasa?
Que da igual que la nieve decore una montaña,
que embellezca las estatuas.
¿A quién culpáis?
Las hojas murmurando a los pies del palacio,
el viento mismo,
¿os molesta el viento?
¿Os preocupa que las cosas hablen,
que os susurren al oído aun estando muertas?
No os salvará la torre.
Los murallas que hoy os honran
declamarán vuestra caducidad.
¿Qué habéis creado?
Cables, hierros, superficies punzantes,
es como un frío que lleváis por dentro
un frío húmedo que ejercéis sobre los otros,
el mismo efluvio desalmó las amapolas,
las hizo negras,
el orgullo que os corrompe
también ha de morir.
Primavera
Cuando ocurrió estaba como ausente,
el acontecimiento,
la revelación,
la que enloquece a los poetas,
mendigos celebres,
quizás no proceda llamarlo bello,
acontecieron tantas cosas;
la porcelana en el suelo, una pila rota,
un siglo de injurias y estropicios,
solemne diríamos
como un vaso solo en el paraje,
soñando un río, nubes, lluvia
el hombre camina
sobre el cuero de un desierto,
de cada brote en la rama
debería nacer una esperanza.
Mirad sus pies
bamboleando bajo el puente,
lo crucial, lo definitivo
no fue vencer,
ahora en esta dorada familia
de meses complacientes,
se permite olvidar.
Los días desfilan por otro espacio,
un otro tiempo,
el sueño, un fervor detenido,
autoriza la pausa,
esta vez no habrá derrumbamiento.
Lánguido e indiferente,
el mar, arrastra,
sin desvelarnos,
nuestra balsa de recuerdos.
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